MAZARRÓN
Un 'sitio histórico' hecho pedazos
La protección del coto minero como bien cultural no frena el expolio y el abandono de un paisaje industrial con raíces romanas
El expolio que sufre el coto minero de Mazarrón, protegido como sitio histórico, ya no respeta nada. Ni siquiera los muros de ladrillo de los antiguos almacenes y oficinas. Los ladrones, que antes se habían llevado hasta las puertas, ahora revientan las paredes para extraer las tuberías con el fin de venderlas como chatarra. Tras de sí dejan un rastro de destrucción y desolación. La desidia de las autoridades responsables de proteger y conservar este patrimonio industrial para futuras generaciones hace el resto, en esta carrera hacia la nada.
Prueba del desapego mostrado por la Administración es, por ejemplo, que el Ayuntamiento todavía no ha redactado el «obligatorio» plan especial de protección de los recursos que fija la ley de patrimonio histórico (artículo 20).
A preguntas de 'La Verdad', el equipo de gobierno municipal ha eludido explicar los motivos de este incumplimiento de la normativa. En los dos años y medio que han pasado desde que se aprobó la declaración de bien de interés cultural (BIC), con la categoría de sitio histórico, del coto de San Cristóbal y Los Perules, el gabinete de Francisco Blaya se ha limitado a presentar, casi a regañadientes, alguna que otra denuncia en el cuartel de la Guardia Civil advirtiendo del saqueo. También ha tapado con tierra varios caminos de acceso para dificultar el trabajo a los cacos. Y poco más.
Del abandono que sufre este paraje, a la entrada de Mazarrón por la carretera de Murcia, que atesora más de 2.000 años de historia, también dice bastante el hecho, ocurrido hace apenas diez días, de que las máquinas entraran sin permiso hasta el corazón del paraje minero y desecaran una de las dos balsas de estériles del conjunto 'Recuperada', incluidas en el catálogo de elementos protegidos. Los trabajos forman parte de un proyecto de la Dirección General de Industria y la Universidad Politécnica de Cartagena, con ayuda de la Unión Europea, para regenerar suelos contaminados. Nadie pidió permiso a la Consejería de Cultura, pese a que así lo establece la ley de patrimonio histórico, al tratarse de una zona declarada bien de interés. Y sólo se actuó a raíz de la denuncia de un particular, que avisó de los movimientos de tierra.
La Consejería de Cultura se vio obligada a actuar. Envió a un técnico del Servicio de Patrimonio Histórico para que recorriera la zona afectada. Pero, según la Comunidad Autónoma, no apreció daños de importancia en el entorno y ni siquiera se abrió un expediente sancionador. Se limitó a paralizar las obras y a pedir a Industria que no tocara ni una piedra más. Antes debía presentar el proyecto en Cultura y esperar el visto bueno, como establece la normativa. De las explicaciones de la Consejería se deduce que no va a poner pegas al proyecto.
Llama la atención el silencio que ha guardado el Ayuntamiento de Mazarrón en este caso. Y choca con la actitud de su vecino de La Unión, que alberga otro 'tesoro' minero. Su alcalde, Francisco Bernabé, también del Partido Popular como Francisco Blaya, sí llevó ante el Seprona, a principios de año, los daños registrados durante unas maniobras de la UME en el Cabezo Rajao, y que ocasionaron «la destrucción parcial de algunos de los muros, balsas y lavaderos de las instalaciones existentes». El asunto está en los juzgados.
Con este panorama, ¿qué futuro le espera al conjunto minero? El Consistorio de Mazarrón lleva años negociando con los propietarios la cesión de los terrenos y las concesiones de explotación. Lo que ha trascendido hasta ahora es que se quiere compensar a los dueños con suelo urbanizable en otra zona del municipio. Pero el trato no termina de cerrarse, y el deterioro campa a sus anchas por el coto.
El objetivo del ayuntamiento mazarronero es levantar en este cerro de origen volcánico, donde existen vestigios desde la época romana, un parque temático, con inversión privada. Pero la iniciativa no termina de despegar. Hay quien teme que, si finalmente el proyecto sale adelante, puede que entonces ya sólo queden las ruinas de un rico pasado industrial cuyo destino parece ahora la chatarra.