MANIFIESTO
PLATAFORMA “UNIÓN MINERALÓGICA”
Desde que hace siglos se recogiera el primer
mineral del terreno y el ser humano descubriera los usos y recursos que podría
darle, se produjo un gran progreso, una revolución que nos ha acompañado
durante toda nuestra historia, y que ha unido íntimamente al hombre con la
piedra y el metal.
Un breve repaso a la historia de la
mineralogía española nos retrotrae al Gabinete de Ciencias Naturales de Carlos
III, donde se exponían los mejores ejemplares minerales de que se disponía y
conocía en aquel momento, a partir de ahí se desarrolla en nuestro país un
impulso por el conocimiento mineralógico y de ello se deriva el incremento de
colecciones privadas y públicas, el aumento continuado del estudio de todas las
ciencias y ramas científicas que lo rodean, y por supuesto, la suma de cada vez
más personas interesadas en todos los aspectos de la mineralogía, una suma que
en pleno siglo XXI se ha visto apoyada por las nuevas tecnologías.
Este progreso e incremento es fruto de la
herencia recibida y de la curiosidad innata del ser humano, también de la
inmensa riqueza mineral del país en el que vivimos, una riqueza que es de todos
los ciudadanos, la cual a todos beneficia de una u otra manera.
La contemplación e investigación de las
colecciones museísticas de este país, es posible hoy gracias al esfuerzo y
trabajo de los que nos precedieron, de reyes, aristócratas, químicos, físicos,
geógrafos, naturalistas, geólogos, analistas, investigadores, ingenieros de
minas, mineros, maestros, estudiantes, aficionados y público en general. Estas
colecciones han sido alimentadas por todos ellos, piedra a piedra, y donadas a
instituciones, organismos y entidades estatales para su investigación
científica y para su exposición y uso social, muchas de estas colecciones
públicas no existirían sin el coleccionista que las recopiló, las conservó y
más tarde las entregó, no serían lo que son, y no habrían permitido la
investigación y referencia de nuevas especies sin el recolector, la persona que
extrajo ese mineral y se preocupó por su forma, color, hábito cristalino, etc.…
Este patrimonio, es nuestro patrimonio, el de todos, desde el conservador del
museo hasta el último empleado que limpia las vitrinas, un patrimonio que
necesita estar vivo, y cuya vida depende de que se le utilice, admire e
incremente.
Nosotros somos los herederos de este
patrimonio, somos el niño que pegaba su nariz a los cristales de las vitrinas,
el que acariciaba cada arista del cristal de un mineral, el que abría los ojos
sorprendido ante un color y una forma, el que ansiaba un martillo y un puntero
el día de su cumpleaños, el niño que estudiaba con voracidad las ciencias
naturales, el que admiraba a aquel profesor empeñado en hacerle conocer la
mineralogía, el que se gastaba la paga del domingo en piedras, y el que
coleccionaba los minerales que regalaban con el Cola Cao. Somos los jóvenes que
decidieron estudiar una carrera de ciencias, los que se tiraron al monte a
buscar minerales en minas olvidadas y abandonadas, aquellos jóvenes que
publicaron sus hallazgos, que se agruparon en asociaciones con otros que
compartían su misma afición, somos los jóvenes que fuimos, y ahora, ahora somos
los hombres que comparten, enseñan, comprenden y alimentan el amor por los
minerales, por las ciencias naturales y por la naturaleza. Somos los hombres
que hemos recuperado un patrimonio minero, un patrimonio geológico, nuestro
patrimonio, esos hombres que antes fueron herederos y ahora somos depositarios
de lo heredado, y por lo tanto responsables de lo que se herede más tarde.
Somos los guardianes de nuestras colecciones, y los trabajadores de las
colecciones públicas, obreros sin nómina ni paga, altruistas de la mineralogía
como lo fueron nuestros antepasados.
Todo esto corre peligro, en la actualidad
surgen voces que defienden una postura carpetovetónica e inmovilista, una
política conservadurista y prohibicionista, una política basada en la
exclusividad y la propiedad de una ciencia, como es la mineralogía, que pasaría
de ser de todos, a ser el coto privado de unos pocos elegidos. Para ello
utilizan la demagogia de la protección como arma arrojadiza contra los demás,
hay que proteger para construir, nos dicen, hay que prohibir para conservar,
nos cuentan, y tras ese pretendido proteccionismo y conservacionismo no hay más
que palabras vacías y egos inflados. Alguna de estas voces ha sido escuchada
por personas ajenas a la mineralogía, expertos en medioambiente que no han
contrastado, ni buscado, otras opiniones, experiencias y conocimientos que las
del vocero más cercano. Así surge el Titulo VII del Anteproyecto de Ley de
Conservación de la Naturaleza y Biodiversidad de la región de Murcia, un
anteproyecto aprobado sin la necesaria consulta a todos los afectados por él,
ya que únicamente se ha consultado a los afectados por otros títulos de esta
ley, como son los agricultores y demás.
Este Título VII amenaza nuestra herencia en
vez de protegerla, amenaza el futuro de la mineralogía española, y con ello,
amenaza la evolución lógica y la ampliación de las colecciones públicas a
través de los coleccionistas y buscadores privados, como ha sucedido hasta
ahora, pretendiendo abolir nuestro derecho constitucional a la propiedad
privada, pretendiendo decomisar y denunciar nuestras colecciones, pretendiendo
que todo es público a partir de ahora, y a la vez prohibiendo la recolección
que ha permitido hasta ahora ampliar las colecciones públicas y dotar a la
mineralogía española de una cierta resonancia a nivel internacional a raíz de
nuevos y maravillosos descubrimientos minerales, los cuales nunca han provenido
de esas voces que claman por la prohibición, sino del aficionado y
coleccionista al que se le pretende criminalizar, desposeer e impedir el acceso
que desde hace siglos ha tenido a los yacimientos.
Esta es la amenaza, una amenaza que hoy acecha
en Murcia, uno de los baluartes de la mineralogía española, la misma región
minera que ha producido muchos de los ejemplares que hoy se muestran en
colecciones públicas, gracias a su recuperación de entornos mineros degradados
y abandonados por la administración, una Murcia minera que cuenta con el evento
mineralógico más histórico y renombrado del país, la Feria de Minerales de La
Unión, a la cual se heriría de muerte con esta ley, una Murcia minera que cuenta
con asociaciones y colectivos ciudadanos que apoyan y difunden la protección
del patrimonio histórico y minero a partir de su común afición por la
mineralogía, una Murcia minera que acoge y recibe visitantes y turistas, que se
beneficia de estas visitas y que quedaría relegada a ser una región de sol y
playa nada más, cuando ahora es el corazón de la mineralogía española.
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