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viernes, 11 de diciembre de 2009

El deterioro avanza por el Coto Fortuna

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El deterioro avanza por el Coto Fortuna

La protección como sitio histórico no frena el expolio del complejo, pendiente de una excavación


Mil quinientos años después de que los romanos abandonaran el Coto Fortuna, en Mazarrón, el misterio sigue hechizando este poblado minero. ¿Qué construcciones formaban el recinto? ¿cuál es el significado de la inscripción que corona el complejo? ¿cuánta riqueza atesoró?. La protección del paraje como sitio histórico, por parte de la Consejería de Cultura, allana ahora el camino para arrojar luz sobre este singular entorno, que guarda el yacimiento minero romano más importante del sureste. Porque el siguiente paso debería ser la excavación arqueológica del terreno, unos trabajos que ayudarán a resolver por fin todas las incógnitas. Un equipo de expertos de las universidades de Murcia y Toulouse (Francia) ya ha puesto el punto de mira sobre el yacimiento, si bien aún es pronto para dar una fecha de inicio de las obras; principalmente porque falta lo más importante: la financiación.

Recorrer hoy día el Coto Fortuna resulta descorazonador. En la pasada década de los setenta, el criadero sufrió el expolio, y castilletes, almacenes, chimeneas y salas de máquinas quedaron prácticamente arrasados. Después, en pleno corazón de la explotación se levantó una balsa de riego, ya abandonada. Más tarde llegaron los 'toperos' y cazatesoros, buscando su parte del botín. Es fácil seguir su rastro de pillaje en forma de cuadrículas excavadas en el terreno, para adueñarse de monedas, anillos y otros objetos metálicos de valor.

Pese al evidente deterioro, desde Cultura se señala que el recinto minero es todavía «un potente yacimiento arqueológico». Y la prueba más palpable es la abundante cerámica que aflora en la superficie, apenas oculta entre un verde manto de plantas aromáticas y esparragueras. Los museos arqueológicos de Murcia y Cartagena conservan algunas de las piezas más relevantes halladas en el yacimiento.

Los filones de estas sierras han dado fama a Mazarrón desde la antigüedad. Los romanos empezaron a explotar esos criaderos en el siglo II antes de Cristo, y pozos y galerías estuvieron en funcionamiento ininterrumpidamente durante setecientos años. Un hecho único en la península. Guarda pues el Coto Fotuna siete siglos de historia, a la espera de que los investigadores la desentrañen.

El arqueólogo Juan Antonio Antolinos ya ha aportado algunas pinceladas. Este investigador ha recopilado 109 bienes del complejo minero (depósitos, filones, casas, hornos de calcinación...) que forman el catálogo protegido por Cultura.

El Coto Fortuna tuvo que hacer honor a su nombre y atesoró una inmensa riqueza en forma de plomo y plata. Los trabajos de explotación se prolongaron hasta el siglo V, pero después sobre el conjunto cayó el olvido. Hasta finales del XIX, cuando Mazarrón vivió una segunda fiebre minera. Pese a las expectativas, las compañías que allí se instalaron apenas si consiguieron amortizar los gastos. «Fue el gran fracaso de la minería del siglo XX en Mazarrón», indica Mariano Guillén, cronista oficial y autor de varias investigaciones. Para el profesor Juan Antonio Antolinos, la inundación de las galerías hizo inviable continuar la explotación. De hecho, una de las construcciones más singurales del Coto Fortuna es una galería de desagüe de 1.170 metros de longitud. «Una titánica obra de ingeniería en cuya construcción se emplearon sesenta años de trabajos», según Guillén.

No es el único elemento reseñable. El cabezo del Castillo conserva otras construcciones de importancia. Como un lavadero con nueve piletas «comparable con el de las famosas minas de Laurium, en Atenas», explica Antolinos. Y un aljibe, en la cima del cerro, donde aún puede verse la inscripción LYS, que haría referencia al mítico héroe Ulyses, apunta el profesor y arqueólogo. Alrededor del depósito de agua quedan restos de varias viviendas. Pero el deterioro es tal que pasaría por una escombrera. La excavación del complejo, que sigue pendiente, tendrá que desvelar cómo era el Coto Fortuna. Para Antolinos «debía ser como un pequeño pueblo. No sólo albergaría las instalaciones mineras, también tendría viviendas y zonas de culto».

El yacimiento, al que se accede por el camino de los Huertos, abarca una superficie de 250 hectáreas, en un cerro con una pinada. Las minas fueron explotadas por la Sociedad Monte de la Plata de Ilucro (Societates Argentifodinarum Ilucronensis). Junto al río Tíber, en Roma, se han encontrado cinco lingotes de plomo, de 30 kilos de peso, con esa inscripción estampada.

Los romanos no sólo explotaron los filones que afloraban en la superficie. También excavaron hasta 80 metros de profundidad en busca del mineral. Para ello contaron con mano de obra de esclavos. El Coto Fortuna tiene su página negra. A finales del XIX, cuando se quiso reanudar la explotación, los ingenieros hallaron en una de las galerías dos tibias con unas argollas, lo que demostraría las duras condiciones en las que trabajaban los cautivos. La plata que extraían era para adornar a las nobles. Con el plomo, se construían anclas, tuberías y hasta munición para las ondas.

El alcalde de Mazarrón, Francisco Blaya, admite que el Coto Fortuna es «un gran desconocido» pese a su «alto valor arqueológico». De momento, según desvela el regidor, la declaración como sitio histórico ha servido para frenar una urbanización en la zona.




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