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miércoles, 5 de mayo de 2010

libro, El metal de las cumbres

La Librería de
Alarifes

 

Memoria de la minería desde Cantabria

 

Se puede adquirir al precio de 45 euros a través de 
La Librería de Alarifes
 
 
362 páginas
 
250 fotografías
 
- Presentación
- Introducción
- Parte I: Los orígnes de la riqueza
- Parte II: La quimera del Zinc
- Parte III: La aventura de los molinos (1856-1888)
- Parte IV: Renacimiento (1888-1897)
- Parte V: Del cénit al ocaso (1898-1927)
- Epílogo
- Conclusiones
- Apéndices documentales
- Fuentes y bibliografía
 
 

Las gentes de la comarca de Liébana siempre han vivido estrechamente vinculados a los Picos de Europa, hoy recurso paisajístico y turístico, antaño fuente de riqueza y recurso económico. Con el paso de las décadas, es complicado volver la vista atrás e imaginarse cómo hubiera evolucionado la zona de no haberse aprovechado la riqueza mineral del macizo Oriental en la segunda mitad del siglo XIX y en las primeras décadas del XX. El trabajo de los historiadores consiste en documentar adecuadamente el pasado con el apoyo de las fuentes y en analizar, con rigor, las consecuencias de los acontecimientos. En esta labor se ha encontrado inmerso en los últimos siete años un joven historiador, José Antonio Gutiérrez Sebares (Santander, 1973), que ve ahora publicado por la Consejería de Medio Ambiente en colaboración con la Institución Mazarrasa -ha sido fundamental el empuje de Olav Mazarrasa- un documentado libro sobre la historia de la minería en Picos de Europa en general, y sobre sociedad minera La Esperanza o Minas Mazarrasa entre 1856 y 1940 en particular.

- ¿Cómo surge este proyecto?

- En 1990, durante la realización de un libro sobre los maestros canteros de Trasmiera en el siglo XVIII, Olav Mazarrasa, junto al profesor de la Universidad Miguel Ángel Aramburu encontraron en una casa familiar de los Mazarrasa en Villaverde de Pontones un arcón atestado de documentación que fue depositada en la propia UC para ordenarla, catalogarla y estudiarla. Allí había mucha información sobre las minas de Ándara, que pertenecieron a un antepasado de los Mazarrasa.

- ¿Y cómo se vincula usted a la investigación?

- En el año 2000, la Institución Mazarrasa concedió una beca para estudiar las minas a partir de aquella documentación y, bajo la dirección del profesor Andrés Hoyo, completé esta investigación que se ha prolongado en el tiempo ya que se ha pretendido ser muy exhaustivo.

- ¿Cómo ha enfocado el trabajo?

- El libro es básicamente una historia económica y de la empresa Sociedad Minera La Esperanza, que fue fundada en 1864 y que quebró en 1877 bajo la propiedad de la familia Pérez del Molino González. Posteriormente, la empresa tuvo su continuidad bajo la propiedad de Juan Manuel de Mazarrasa Jorganes.

- ¿Dónde está el origen de la minería en Picos de Europa?

- Al menos desde el siglo XVI existe una continuidad histórica de la explotación del plomo en la zona de Picos de Europa. Desde la época de Carlos V hay registros de minas y de sus propietarios, entre los que se encuentra documentado el arquitecto Juan de Herrera. Era, no obstante, una minería muy superficial, pero, en realidad es más que probable que los orígenes de la minería en la comarca haya que situarlos al final de la Prehistoria o en la Protohistoria, por los testimonios existentes que permiten afirmar que ya conocían la metalurgia.

- Pero, ¿cuándo se relanzan las explotaciones?

- Pero lo que resulta fundamental para esta zona es la riqueza del zinc. A mediados del siglo XIX fue un momento de inflexión. Se buscaba plomo pero descubrieron criaderos excepcionales de zinc. Las primeras inversiones fueron una sociedad francesa y a partir de ahí, como si de una mancha de aceite se tratase, asistimos a una fiebre minera del zinc tanto en Picos como en otras zonas como Reocín.

Al hilo de este boom se crean nuevas sociedades y entre ellas destaca como la más importante la Sociedad de Minas La Providencia (1856), con capital cántabro, asturiano y madrileño. Registra una gran cantidad de zonas mineras en diferentes municipios lebaniegos y pone en marcha un plan financiero para dotarse de las infraestructuras necesarias para sacar el mineral hasta Tina Mayor. Hay que tener en cuenta que no existía carretera alguna ni el desfiladero de La Hermida.

- ¿Y en estas condiciones resultaban rentables las explotaciones?

- A pesar de todo, era rentable. Las inversiones mineras además fueron un estímulo fundamental para crear nuevas infraestructuras viarias. Así, por ejemplo, los dueños de La Providencia estaban muy vinculados al Partido Moderado durante el reinado de Isabel II y consiguieron que fuese adjudicada la contrata de la obra del desfiladero al conde de Mendoza Cortina, uno de los accionistas.

- ¿Cómo influyó esto en la carretera de La Hermida?

- La carretera se construyó al ritmo de las necesidades de la empresa minera. Primero se concluyó el tramo de La Hermida al puente de Estragüeña, ya que en esa zona el río Deva no es navegable. A partir de ahí, el mineral se llevaba a la costa en lanchones de fondo plano que tenían como punto de destino Tina Mayor.

- ¿Qué papel tuvo en estos primeros momentos La Esperanza?

- Tras su quiebra en 1877, hubo un concurso de acreedores y sus explotaciones se paralizaron. Fue Juan Manuel de Mazarrasa Jorganes, un abogado de Trasmiera que defendía los intereses del principal acreedor, procedente de una familia de canteros, militares y juristas quien adquirió la sociedad en subasta en 1888. La Esperanza, junto a La Providencia fueron las más importantes frente a otras iniciativas menores, más modestas e incluso alguna de ingleses.

- ¿Cuando se retoman los trabajos?

- Ese mismo año de 1888 se retomaron los trabajos. La Esperanza abrió el camino de Urdón a Tresviso y luego a Ándara. Llegó la época dorada de la minería en Picos. Mazarrasa hizo tabla rasa con el pasado, liquidó deudas y llevó a la empresa a la senda del beneficio.

- ¿Qué factores determinaron el éxito empresarial del proyecto de Mazarrasa?

- Mazarrasa cubrió una serie de necesidades básicas: financieras, ya que él mismo tenía capacidad; de recursos humanos formados, sus hijos estudian minas y encarga la dirección a Benigno Arce, toda una garantía; y estratégicas, cesan las malas relaciones con La Providencia, hasta el punto que comparten el camino minero y los hornos de calcinación.

- ¿Hasta cuándo se mantuvieron abiertas las minas?

- La explotación se prolonga hasta 1927, siendo hasta entonces una empresa rentable a pesar de las condiciones de la minería de alta montaña. Una de las claves del éxito fue el hecho de que los trabajos solo durasen seis meses al año. A diferencia de lo que ocurrió en Asturias, aquí la minería no estuvo asociada a la industria y no desmanteló la sociedad rural.

- ¿Qué tipo de trabajadores se ocuparon en las minas?

- El obrero de las minas de Picos no se proletarizó ya que su trabajo era en cierto modo a tiempo parcial, fue una fuente de ingresos complementaria, pero siguió vinculado a la tierra sin dejar de ser un campesino. Esto permitió que los salarios fuesen más bajos que en otras zonas y que los trabajadores fueran más dóciles a la autoridad patronal.

- ¿Cómo era la vida cotidiana en las explotaciones para los obreros?

- Era realmente muy dura, no nos podemos hacer una idea con los parámetros actuales. Se trataba de una explotación intensiva, tanto a cielo abierto como en galería, con dos turnos de 12 horas y el famoso sistema de las camas calientes, ya que los trabajadores vivían durante los seis meses de la campaña a pie de tajo. Hasta 1883 no había ni un sitio para sentarse a comer. Los accidentes mortales a causa de las voladuras o por la peligrosidad de los soplaos eran habituales.

- ¿Cuánta gente llegó a trabajar allí?

- Aproximadamente llegaron a trabajar en la zona simultáneamente en los mejores momentos un millar de personas. La administración, donde se alojaban el director, los ingenieros y su personal de servicios, y los almacenes se establecieron en un casetón minero de piedra. Los mineros se ubicaban en otros casetones de forma alargada, para que las vigas aguantasen la nieve del invierno. También hubo una cantina e incluso una capilla.

- ¿Cómo era proceso productivo?

- La extracción de mineral se conducía por una galería de transporte que aún hoy se puede ver en la zona del refugio de la Federación de Montañismo, en Ándara. En una especie de plaza se acumulaba el material, que luego se cargaba en carros de bueyes y se llevaba hasta El Dobrillo, donde estaban los hornos de calcinación para desprender el carbono que contenía la calamina. De nuevo en carros se llevaba desde allí hasta Bustio, donde se embarcaba.

- ¿Hacia que mercados se dirigía el mineral extraído?

- Hasta 1888 los barcos de vela que, después de una complicada operación, cargaban el mineral en Tina Mayor partían hacia Amberes donde estaba la Sociedad de Minas y Fundiciones de la Vieja Montaña (belga) o hacia Swansea, en Gales. Desde 1888 fue la Real Compañía Asturiana de Minas el principal cliente. La navegación cambió por la de cabotaje, llevándose las calaminas a Asturias, a Arnao, cerca de Gijón, y las blendas a Dunquerke. En 1905 cesó el tráfico marítimo ya que le surgió la competencia del ferrocarril Santander-Oviedo.

- ¿Realmente fue un negocio rentable?

- La I Guerra Mundial fue el canto del cisne de la rentabilidad. Se disparó la cotización del zinc en Londres ya que se empleaba en componentes para la industrial de armamento. Entre 1915 y 1917 los ingresos estuvieron a un nivel como nunca, pero en este momento, paradójicamente, también estuvo la causa de su decadencia. El 'hambre' de zinc y las dificultades del transporte marítimo dispararon la explotación de yacimientos en otros continentes de América, África y Asia.

- ¿Qué razón provocó el cierre?

- Al término de la Guerra las cotizaciones del zinc se hundieron y ello arrastró a las sociedades establecidas en Picos de Europa. Además, sus estructuras se habían quedado obsoletas, y el problema del transporte no se había resuelto y la mano de obra también generaba problemáticas sociales. En definitiva, lo que hoy se llama 'globalización' llevó al cierre de La Esperanza en 1927 y a la disolución de la empresa en 1940. La Providencia corrió una suerte semejante. Hubo intentos posteriores de revitalizar las minas, pero no triunfaron.

 

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