Los mineros del Paleolítico
Publicado en La Nueva España
M.S. Marqués
En la cueva del Oso, en el monte del Castillo (Cantabria), los geólogos consiguieron datar en más de veinte mil años la explotación minera que los hombres del Paleolítico desarrollaron allí a partir de una importante veta de ocre. En esa cueva cántabra se dan todas las fases de lo que fue una incipiente industria minera, lo que incluye el hallazgo de bolas de ocre manipuladas.
Un equipo de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Cantabria, liderado por los geólogos asturianos Alberto Foyo y Carmen Tomillo, desarrolló el proyecto pionero que abrió al conocimiento científico el mundo de los primeros mineros de la cornisa cantábrica. Ahora, ambos desarrollan un trabajo similar en Tito Bustillo, donde también se han localizado rastros de una explotación minera de ocre. El objetivo es saber a qué momento de la Prehistoria pertenecen esos restos y si el mineral fue utilizado con algún otro fin además de dar color a las pinturas rupestres.
Al contrario de lo ocurrido en Cantabria, los intentos de datar la veta de Tito Bustillo no han dado hasta ahora resultados satisfactorios. Sin embargo, los investigadores no desisten de encontrar una buena muestra que ofrezca una datación coherente.
La importancia del ocre debió de ser grande en la Prehistoria. Esto es lo que parece desprenderse de las distintas localizaciones relacionadas con signos de manipulación humana. A estos indicios de explotación en la gruta riosellana se sumó en los últimos meses el hallazgo de un depósito en el abrigo de La Magdalena, en las inmediaciones de Vidiago. Hasta allí se acercaron este fin de semana, con el propósito de tomar varias muestras del mineral, Carmen Tomillo y Alberto Foyo, con el apoyo de Alfonso Millara, responsable de las cuevas del Oriente, y María Noval, arqueóloga encargada del seguimiento arqueológico de las obras de la Autovía del Cantábrico.
El abrigo de La Magdalena es una cavidad repleta de huecos y gateras en la que el hombre del Paleolítico debió de encontrar buen acomodo tras sus incursiones en la costa a la captura de pescados y mariscos para la subsistencia diaria. Prueba de esa actividad es el impresionante conchero asturiense que se localiza en la solana de la cueva, donde se distingue la presencia de múltiples restos de lapas, bígaros, mejillones y hasta de erizos de mar.
Pero quizá lo más significativo del abrigo es el depósito de ocre del que anteayer los geólogos recuperaron cinco muestras de diferentes calidades. Es un almacén singular, porque se trata del primer depósito de este material que se localiza en un paraje en el que no existe ocre, lo que significa que tuvo que ser transportado desde otro lugar. Distribuido en el interior de un tubo de caliza, el mineral que pone color a muchas de las pinturas rupestres del Cantábrico fue transportado hasta allí con alguna finalidad. Eso es lo que tratan de desentrañar ahora los estudios en marcha: cómo, cuándo y por qué llegó el material a Vidiago.
Los geólogos también quieren determinar su composición y procedencia. Está prevista la realización de análisis en el laboratorio de materiales de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Cantabria, donde se llevarán a cabo estudios mineralógicos mediante difracción de rayos X y microscopía electrónica. Asimismo, se realizarán ensayos de caracterización de materiales (granulometría, plasticidad...).
Con todo ello se podrán conocer más datos sobre la naturaleza del material. Además los geólogos tienen previsto realizar prospecciones en los alrededores de la cavidad con el fin de localizar el origen del mineral. Dada la gran cantidad que se guardó en la cueva, se supone que debió de proceder de un lugar no demasiado alejado desde el que los hombres prehistóricos lo habrían ido trasladando a La Magdalena.
Los estudios del mineral prehistórico forman parte de un proyecto de investigación patrocinado por la Consejería de Cultura del Principado, en colaboración con la Fundación Leonardo Torres Quevedo, de Cantabria, para el estudio integral del macizo de Ardines, con especial atención a las cuevas de Tito Bustillo y La Lloseta.
El grupo de investigación de geología aplicada de la Universidad de Cantabria, dirigido por Carmen Tomillo, prevé desarrollar en Tito Bustillo una revisión de toda la cartografía geológica, además de continuar con los análisis de la veta de ocre allí localizada. En La Lloseta se elaborará la primera cartografía geológica analizando su relación con Tito Bustillo. Estos estudios servirán para conocer mejor el origen y la evolución de las cuevas y de sus habitantes.
Publicado en La Nueva España
M.S. Marqués
En la cueva del Oso, en el monte del Castillo (Cantabria), los geólogos consiguieron datar en más de veinte mil años la explotación minera que los hombres del Paleolítico desarrollaron allí a partir de una importante veta de ocre. En esa cueva cántabra se dan todas las fases de lo que fue una incipiente industria minera, lo que incluye el hallazgo de bolas de ocre manipuladas.
Un equipo de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Cantabria, liderado por los geólogos asturianos Alberto Foyo y Carmen Tomillo, desarrolló el proyecto pionero que abrió al conocimiento científico el mundo de los primeros mineros de la cornisa cantábrica. Ahora, ambos desarrollan un trabajo similar en Tito Bustillo, donde también se han localizado rastros de una explotación minera de ocre. El objetivo es saber a qué momento de la Prehistoria pertenecen esos restos y si el mineral fue utilizado con algún otro fin además de dar color a las pinturas rupestres.
Al contrario de lo ocurrido en Cantabria, los intentos de datar la veta de Tito Bustillo no han dado hasta ahora resultados satisfactorios. Sin embargo, los investigadores no desisten de encontrar una buena muestra que ofrezca una datación coherente.
La importancia del ocre debió de ser grande en la Prehistoria. Esto es lo que parece desprenderse de las distintas localizaciones relacionadas con signos de manipulación humana. A estos indicios de explotación en la gruta riosellana se sumó en los últimos meses el hallazgo de un depósito en el abrigo de La Magdalena, en las inmediaciones de Vidiago. Hasta allí se acercaron este fin de semana, con el propósito de tomar varias muestras del mineral, Carmen Tomillo y Alberto Foyo, con el apoyo de Alfonso Millara, responsable de las cuevas del Oriente, y María Noval, arqueóloga encargada del seguimiento arqueológico de las obras de la Autovía del Cantábrico.
El abrigo de La Magdalena es una cavidad repleta de huecos y gateras en la que el hombre del Paleolítico debió de encontrar buen acomodo tras sus incursiones en la costa a la captura de pescados y mariscos para la subsistencia diaria. Prueba de esa actividad es el impresionante conchero asturiense que se localiza en la solana de la cueva, donde se distingue la presencia de múltiples restos de lapas, bígaros, mejillones y hasta de erizos de mar.
Pero quizá lo más significativo del abrigo es el depósito de ocre del que anteayer los geólogos recuperaron cinco muestras de diferentes calidades. Es un almacén singular, porque se trata del primer depósito de este material que se localiza en un paraje en el que no existe ocre, lo que significa que tuvo que ser transportado desde otro lugar. Distribuido en el interior de un tubo de caliza, el mineral que pone color a muchas de las pinturas rupestres del Cantábrico fue transportado hasta allí con alguna finalidad. Eso es lo que tratan de desentrañar ahora los estudios en marcha: cómo, cuándo y por qué llegó el material a Vidiago.
Los geólogos también quieren determinar su composición y procedencia. Está prevista la realización de análisis en el laboratorio de materiales de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Cantabria, donde se llevarán a cabo estudios mineralógicos mediante difracción de rayos X y microscopía electrónica. Asimismo, se realizarán ensayos de caracterización de materiales (granulometría, plasticidad...).
Con todo ello se podrán conocer más datos sobre la naturaleza del material. Además los geólogos tienen previsto realizar prospecciones en los alrededores de la cavidad con el fin de localizar el origen del mineral. Dada la gran cantidad que se guardó en la cueva, se supone que debió de proceder de un lugar no demasiado alejado desde el que los hombres prehistóricos lo habrían ido trasladando a La Magdalena.
Los estudios del mineral prehistórico forman parte de un proyecto de investigación patrocinado por la Consejería de Cultura del Principado, en colaboración con la Fundación Leonardo Torres Quevedo, de Cantabria, para el estudio integral del macizo de Ardines, con especial atención a las cuevas de Tito Bustillo y La Lloseta.
El grupo de investigación de geología aplicada de la Universidad de Cantabria, dirigido por Carmen Tomillo, prevé desarrollar en Tito Bustillo una revisión de toda la cartografía geológica, además de continuar con los análisis de la veta de ocre allí localizada. En La Lloseta se elaborará la primera cartografía geológica analizando su relación con Tito Bustillo. Estos estudios servirán para conocer mejor el origen y la evolución de las cuevas y de sus habitantes.
M.S. Marqués
En la cueva del Oso, en el monte del Castillo (Cantabria), los geólogos consiguieron datar en más de veinte mil años la explotación minera que los hombres del Paleolítico desarrollaron allí a partir de una importante veta de ocre. En esa cueva cántabra se dan todas las fases de lo que fue una incipiente industria minera, lo que incluye el hallazgo de bolas de ocre manipuladas.
Un equipo de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Cantabria, liderado por los geólogos asturianos Alberto Foyo y Carmen Tomillo, desarrolló el proyecto pionero que abrió al conocimiento científico el mundo de los primeros mineros de la cornisa cantábrica. Ahora, ambos desarrollan un trabajo similar en Tito Bustillo, donde también se han localizado rastros de una explotación minera de ocre. El objetivo es saber a qué momento de la Prehistoria pertenecen esos restos y si el mineral fue utilizado con algún otro fin además de dar color a las pinturas rupestres.
Al contrario de lo ocurrido en Cantabria, los intentos de datar la veta de Tito Bustillo no han dado hasta ahora resultados satisfactorios. Sin embargo, los investigadores no desisten de encontrar una buena muestra que ofrezca una datación coherente.
La importancia del ocre debió de ser grande en la Prehistoria. Esto es lo que parece desprenderse de las distintas localizaciones relacionadas con signos de manipulación humana. A estos indicios de explotación en la gruta riosellana se sumó en los últimos meses el hallazgo de un depósito en el abrigo de La Magdalena, en las inmediaciones de Vidiago. Hasta allí se acercaron este fin de semana, con el propósito de tomar varias muestras del mineral, Carmen Tomillo y Alberto Foyo, con el apoyo de Alfonso Millara, responsable de las cuevas del Oriente, y María Noval, arqueóloga encargada del seguimiento arqueológico de las obras de la Autovía del Cantábrico.
El abrigo de La Magdalena es una cavidad repleta de huecos y gateras en la que el hombre del Paleolítico debió de encontrar buen acomodo tras sus incursiones en la costa a la captura de pescados y mariscos para la subsistencia diaria. Prueba de esa actividad es el impresionante conchero asturiense que se localiza en la solana de la cueva, donde se distingue la presencia de múltiples restos de lapas, bígaros, mejillones y hasta de erizos de mar.
Pero quizá lo más significativo del abrigo es el depósito de ocre del que anteayer los geólogos recuperaron cinco muestras de diferentes calidades. Es un almacén singular, porque se trata del primer depósito de este material que se localiza en un paraje en el que no existe ocre, lo que significa que tuvo que ser transportado desde otro lugar. Distribuido en el interior de un tubo de caliza, el mineral que pone color a muchas de las pinturas rupestres del Cantábrico fue transportado hasta allí con alguna finalidad. Eso es lo que tratan de desentrañar ahora los estudios en marcha: cómo, cuándo y por qué llegó el material a Vidiago.
Los geólogos también quieren determinar su composición y procedencia. Está prevista la realización de análisis en el laboratorio de materiales de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Cantabria, donde se llevarán a cabo estudios mineralógicos mediante difracción de rayos X y microscopía electrónica. Asimismo, se realizarán ensayos de caracterización de materiales (granulometría, plasticidad...).
Con todo ello se podrán conocer más datos sobre la naturaleza del material. Además los geólogos tienen previsto realizar prospecciones en los alrededores de la cavidad con el fin de localizar el origen del mineral. Dada la gran cantidad que se guardó en la cueva, se supone que debió de proceder de un lugar no demasiado alejado desde el que los hombres prehistóricos lo habrían ido trasladando a La Magdalena.
Los estudios del mineral prehistórico forman parte de un proyecto de investigación patrocinado por la Consejería de Cultura del Principado, en colaboración con la Fundación Leonardo Torres Quevedo, de Cantabria, para el estudio integral del macizo de Ardines, con especial atención a las cuevas de Tito Bustillo y La Lloseta.
El grupo de investigación de geología aplicada de la Universidad de Cantabria, dirigido por Carmen Tomillo, prevé desarrollar en Tito Bustillo una revisión de toda la cartografía geológica, además de continuar con los análisis de la veta de ocre allí localizada. En La Lloseta se elaborará la primera cartografía geológica analizando su relación con Tito Bustillo. Estos estudios servirán para conocer mejor el origen y la evolución de las cuevas y de sus habitantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario